sábado, 29 de mayo de 2021

El emprendimiento en España. ¿Hacia dónde va?


Durante un tiempo, en particular a mi vuelta de Perú en 2015, viví con satisfacción y presumía de ello ante colegas de otros países, que en España se había desarrollado un ecosistema emprendedor realmente admirable. Universidades, escuelas de negocio, ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, corporaciones, y un largo etcétera habían implantado sus propios centros de emprendimiento o estaban poniendo en marcha iniciativas para conseguirlo. España se convertía en un festival de incubadoras, aceleradoras, viveros de empresas y toda una serie de espacios con sus gestores, mentores, inversores, etc. dispuestos a ver la luz en un proyecto con el que lograr la fama. El sueño era Silicon Valley, y algunos incluso se atrevieron a denominarse localmente como el Silicon Valley español. ¡Uf! Me suena algo pretencioso, pero ahí están y en ello continúan.

Han pasado unos cuantos años y, tengo que reconocer, que esa satisfacción que sentía se ha tornado decepción, a pesar de que ese esfuerzo por proteger y hacer crecer al emprendedor se mantiene al menos con la misma fuerza e ímpetu que entonces.

La razón no es otra que, al observar con una mirada objetiva todo ese ecosistema, me resulta difícil identificar los logros. ¿Hemos llegado a algún punto deseado? ¿Hemos conseguido algún objetivo determinado? Pues yo creo que no, y ya desde este momento pido disculpas a quienes no piensen como yo o estén tan embebidos en el ecosistema que hayan perdido la objetividad y mis palabras resuenen como crítica ácida e inmerecida. No es mi intención.

No voy a atreverme a decir que el mejor indicador para medir lo conseguido en un ecosistema emprendedor es el número de unicornios que tenemos o el número de empresas que han salido adelante. No me preocupa en este momento porque cuando estableces una medida del logro antes tienes que haber establecido cuál es el camino para llegar a él. ¿Y lo hemos hecho?

Pues no. En España no.

Si habéis visto en alguna ocasión un pequeño estanque o piscina dedicada a la cría de renacuajos habréis podido observar que, al margen de los que están plácidamente reposados en el fondo, el resto se mueve a una buena velocidad en miles de direcciones diferentes, de aquí para allá como sin sentido o como sin objetivo fijo. Un ejemplo de caos de la naturaleza que no se si alguien habrá analizado en alguna ocasión y habrá identificado la razón de todo ello.

Pues bien, el emprendimiento en España es algo parecido. Cientos o miles de empresa y proyectos en solitarios o bajo la tutela de un centro, una incubadora, un vivero o lo que sea moviéndose en todas direcciones sin saber dónde está el objetivo, en dónde se encuentra el éxito y, es más, qué debe entenderse por éxito más allá que encontrar la forma de sobrevivir en un país que posee la deleznable capacidad de destruir empleo y crear grupos marginales de profesionales sin salida laboral a los 45 años.

Luis Martín Cabiedes, quien se supone que sabe algo de todo esto, dijo en una ocasión que en España había demasiadas incubadoras y muy pocos huevos. ¡Cuánta razón! Pero también le podemos preguntar qué tiene al alcance de su mano para cambiarlo y qué hace a diario para conseguirlo.

España necesita orientación en torno al emprendimiento. No podemos seguir remando cada uno en una dirección, alguien tiene que establecer la estrategia, poner los objetivos y los indicadores pertinentes para evaluar los avances. No se trata de tener mucho emprendedor y mucho proyecto, muchos huevos según Cabiedes, se trata de lograr que nuestro tejido empresarial se alimente de nuevas e innovadoras compañías que cubran un espacio de valor no por estar simplemente en él, sino porque en él aportan, y también aportan a otras empresas más grandes que las necesitan para mejorar su cadena de valor. Ese es el objetivo: Generar valor, calidad, no cantidad.

No necesitamos unicornios, esa es una medida simple, y diría que estúpida, que no sirve para nada porque pueden pasar años antes de conseguir uno. Solo les sirve a quienes hayan invertido en ella en fase temprana para, pasados unos años, forrarse. ¿Y luego qué? ¿Y qué pasa con las que crecen y aportan, pero no llegan a ello?

Amancio Ortega decía que su éxito fue no querer hacerse rico. Pero lo consiguió sin quererlo y lo que nos ha dejado es mucho más que muchos unicornios ¿Por qué en el mundo emprendedor subyace siempre esa idea de hacerse millonario con una idea o proyecto? ¿Es que es lo único que importa? Pues mientras no tengamos a nadie que oriente el trabajo y desarrollo del mundo emprendedor en España, que fije hacia dónde hay que ir y por qué, y cuáles son los hitos y objetivos a alcanzar, el mundo del emprendimiento en España seguirá pareciéndose a esa piscina llena de renacuajos que nadan como si no hubiera un mañana para llegar a ningún sitio.

No podemos seguir aceptando como bueno que cada uno reme para un lado. Lo siento.


Ignacio Kaiser Ruiz del Olmo

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