¿Cuántas veces hemos escuchado hablar de la resistencia al cambio del empresario de la pequeña y mediana empresa? ¿Cuántas veces se la ha planteado como el GRAN escollo a superar para poder profesionalizarla? ¿Cuántos procesos de cambio han fracasado como consecuencia del famoso “¿Aquí siempre lo hicimos así, y nos fue bien”?
En mi rol docente, como formador de profesionales, la figura de la resistencia al cambio como esa gran reina mala de las películas de Disney que impide casi siempre generar transformaciones en las pymes es uno de los temas más recurrentes que suelo escuchar en boca de mis alumnos constituyéndose ya casi en una profecía auto cumplida.
Sería necio de mi parte, y muy poco realista negar la existencia de esa actitud por parte de muchos empresarios, pero, me queda siempre la sensación de que aceptarla y utilizarla como excusa es el camino más fácil para seguir apoltronados en nuestra zona de confort profesional.
Ante la expresión de que “en las pymes esta técnica o metodología de gestión no puede aplicarse por la resistencia al cambio del empresario” suelo preguntarles a mis alumnos cómo se manifiesta esa actitud y qué justificación se da para validarla.
Por supuesto que lo primero que me dicen es que el empresario pyme es una persona cerrada, que quiere siempre tener el control de todo y de todos, que cuando algo le ha funcionado en el pasado intenta una y otra vez repetirlo con la intención de obtener el mismo resultado, que no está abierto a nuevas ideas o modos de plantear los temas prefiriendo siempre caminar por los senderos conocidos, etc., etc., etc. Y me miran como esperando mi aceptación respecto de lo imposible que es cambiarlo.
Pero no es esa la respuesta que suelo darles; siento que hacerlo sería – como decía mi abuela – “mal de muchos consuelo de tontos”. Ante su mirada mi respuesta es siempre la misma: “Y por casa, ¿cómo andamos? De la resistencia al cambio, de tu resistencia al cambio, ¿cómo profesional no vamos a hablar?”.
Ante mi comentario, suelen quedarse mirándome como diciendo “de qué estás hablando, ¿Juan Carlos?”.
Es simple, les aclaro. Uds. se quejan de que el empresario es “cerrado”, que quiere tener el control, que se aferra a lo que vivió y a lo que en algún momento le dio buenos resultados, ¿verdad? Y que no están predispuestos a salir del sendero que le marcó la experiencia. Pues bien, yo lo que veo, en la gran mayoría de los jóvenes profesionales habitualmente es que utilizan exactamente el mismo modelo, pero les cuesta muchísimo verse en el espejo. Por ejemplo:
Suelen vivir el hecho de tener un título profesional como algo que los separa del empresario, que parecería los ubica en un escalón superior (siempre digo en clase que siento que cuando se entregan los diplomas a los graduados muchos se creen James Bond y que están recibiendo su “licencia para matar”). Y esa creencia los hace sentir que son los dueños de la verdad a la hora de definir cómo debe trabajar la empresa y por supuesto, quieren tener el control (como el empresario) del proceso y muchas veces sin tener que rendir cuentas del por qué hacer las cosas de un modo y no de otro.
- Dicen: “El empresario se aferra a lo que vivió y a lo que en algún momento le dio buenos resultados”. En qué se diferencia esa actitud a la del joven profesional que se aferra a lo que estudió en las clases y en los textos y que “le dio buenos resultados” (aprobó las materias)?. Las teorías y los autores muchas veces son utilizadas por los jóvenes como verdades casi irrefutables y de aplicación universal. Es más, he notado que usualmente, las exhiben casi como escudos detrás de los cuales protegerse (después de todo, ¿Quién va a negar que Peter Drucker, Michael Porter, Ken Blanchard, Gary Hamel, Michael Hammer entre tantísimos otros, saben de qué hablan cuando escriben sus libros?). Es común escucharlos justificar un cambio diciendo “fulano de tal en su libro planteaba tal o cual cosa”. ¿Qué hace a esa explicación tan diferente a “hace unos años me pasó algo parecido y lo solucionamos de esta manera”?
- Agregan: “No está abierto a nuevas ideas o modos de plantear los temas prefiriendo siempre caminar por los senderos conocidos”. Para los jóvenes profesionales, los senderos conocidos son los que transitó en su formación universitaria, pero, me pregunto, ¿los ambientes organizacionales que estudiamos son “realidades pyme” o son contextos organizacionales mucho más propios de las grandes empresas? Son muy contados los casos de textos que reconocen y plantean la existencia del ciclo de vida de una empresa y sus distintas etapas. Entender eso implica también entender que hay modelos de gestión y metodologías que funcionan muy bien en ciertos momentos, pero no son tan efectivas en otros. Los textos, al menos en su inmensa mayoría, se refieren a empresas maduras y las pymes no siempre están en ese estadio. Por lo tanto, lo primero que intentan hacer los jóvenes profesionales es tratar de llevar a la empresa hacia esa “escenografía organizacional” porque creen que es la mejor (y además porque es en la que se sienten más cómodos). Es decir, buscan llevar la realidad a la teoría sin evaluar que en la mayoría de los casos hay mucho trabajo previo que realizar y que un cambio no es “plug & play” como un pc.
No comprender estos puntos mencionados –y son sólo algunos de los más importantes – es lo que normalmente hace que, por un lado, los profesionales sientan que trabajar en pymes no es desafiante o que les impide poder desarrollar en plenitud todo su conocimiento y preparación. Y por el otro, que los empresarios descrean de las capacidades de los profesionales para poder generar valor en sus empresas porque están mucho más preparados para trabajar en empresas grandes.
Es claro que la situación es solucionable y para ello siempre comienzo con el objetivo que mis alumnos reconozcan su apego a un modelo que no siempre se corresponde con la realidad (lo que genera su propia resistencia al cambio). La realidad no es como nosotros queremos que sea sino que es la materia prima con la cual debemos trabajar. El que mejor sepa manejarse con ella, el que mejor se prepare para poder comprenderla y reconocer que siempre hay una manera de poder moldearla, más posibilidades tiene de ser exitoso.
Desde mi experiencia de más de 30 años formando profesionales y trabajando con empresarios pymes, hay un camino que es el que más y mejor me ha resultado: no creerme más que nadie por el sólo hecho de tener un título universitario, no creer que tengo TODAS las soluciones y trabajar con una actitud de humildad. Sólo siendo humilde es posible escuchar y comprender las necesidades del otro y colaborar para satisfacerlas.
Si nos manejamos con esos valores humanos y los sustentamos con acciones y resultados concretos llegaremos a encontrar la verdadera llave que destruye la resistencia al cambio: la confianza (pero eso… ya será tema de un próximo articulo).
Autor: Juan Carlos Valda
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