La carga de trabajo y la responsabilidad que soportan los directores generales de las empresas ha crecido de forma considerable en las últimas décadas, está aumentado aún, y parece lo más probable que continúe haciéndolo.
Como dice Graham Hutton, en su libro We Too Can Prosper, " una de las paradojas del progreso empresarial es que, mientras los equipos de trabajo alivian el esfuerzo físico de los obreros, la mecanización de los trabajos administrativos y de organización aumentan las carga personal directivo"
La empresa moderna-- y lo mismo puede decirse de otro tipo de negocio-- exige un sistema de cooperación extremadamente complicado. Efectivamente, depende cada vez menos de los esfuerzos individuales y cada vez más del plan general y del total ajuste con que cada acción individual encaje en el plan conjunto. Esto necesita una coordinación entre disciplina social y cooperación sin precedente en el pasado histórico del hombre. La empresa automatizada es simplemente el exponente máximo de esta tendencia general.
Simultáneamente, ha fallado el factor básico en que se ha confiado para asegurar la cooperación-- el paulatino cambio de costumbres en una sociedad establecida--. Los cambios de la técnica se han acelerado de tal modo que se requieren constantes modificaciones de las normas sociales por las que se rigen los grupos primarios de trabajo.
El profesor Elton Mayo, en su libro The Social Problems of on Industrial Civilization decía: "Hemos sobrepasado el punto de la organización humana en el que la comunicación y colaboración efectivas se aseguran mediante el establecimiento de relaciones rutinarias". "La sociedad civilizada ha cambiado completamente sus postulados." "Nos movemos de una sociedad estable a otra adaptable. Pero hemos descuidado el adquirir la pericia necesaria para reemplazar las normas de una sociedad estable. Nuestra capacidad de cooperación actualmente es deficiente". "Técnicamente hemos alcanzado la máxima competencia conocida en la historia, pero unimos a esto una total incompetencia en lo social", apostilla Elton Mayo.
A los directores generales se les presenta una paradoja. En un negocio moderno el jefe responsable del mismo tiene que persuadir y motivar a sus empleados para que actuen en dos direcciones contrarias:
Por un lado, ha de asegurar la difícil cooperación necesaria para establecer un sistema de normas de acción "el dios de cada sistema social... el séptimo cielo de los negocios, el esencial componente en el éxito de cada factor... cuando la norma es perfecta puede eliminarse su comprensión hasta para los reflejos menores" W.B. Donham en su libro Business Adrift.
Por otro lado, "cuando se trata de conservar el puesto en una economía competitiva donde es rápida la evolución tecnológica, debe también estimularme lo heterodoxo, a los creadores, a los hombres y mujeres cuyas ideas rompen la norma. Pues la norma tiene límites para cuyo discernimiento se necesita la previsión", continua Donham.
Por otra parte y dado que, lógicamente, una economía mecanizada exige una disciplina social más complicada y detallada, la autoridad del jefe para exigir una norma de actuación se ha visto disminuida por los sindicatos y por innovaciones introducidas en las relaciones empleado-patrón. Esto ha contribuido en gran parte a que aumente, directa e indirectamente, la responsabilidad de los directores generales. Directamente, porque deben emplear más tiempo en el manejo de las relaciones empresariales, e indirectamente porque gran parte de su tiempo deben dedicarlo a la dirección personal y a las relaciones públicas.
PRD
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Lectura recomendada:
https://analistas-consultores.blogspot.com/2023/03/formacion-y-capacidad-directiva.html
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