miércoles, 24 de julio de 2024

CÓMO AFRONTAR LA RESISTENCIA AL CAMBIO.

 




Como emprendedor, director de área o al frente de una empresa, seguramente en algún momento se te ha escapado la frase “Algo tiene que cambiar”. Esto puede desembocar en un laberinto de dudas y ansiedad para ti y tu equipo, o puede que surja una estrategia innovadora.

En cualquier caso, cuando decides pasar a la acción, “la resistencia al cambio” será el primer obstáculo para superar.

La comprensión de cómo funciona el cerebro frente a un proceso de cambio, nos puede ayudar a controlar y entender este suceso y desarrollar estrategias para generar un cambio de comportamiento a través de la neuroplasticidad.

Nuestras células cerebrales están formando continuamente nuevas conexiones y con el tiempo, reestructurando nuestras percepciones y fisiología. Este proceso sucede miles de veces al día (neurogénesis), y nos da un enorme potencial para cambiar si ponemos nuestra conciencia, esfuerzo y compromiso para que esto suceda.

Nuestro cerebro es eficaz en mantener el statu quo.

A veces asumimos que el proceso de cambio no se asimila por falta de capacitación o ganas, pero en realidad el diseño de nuestro cerebro nos puede predisponer a tomar el camino más fácil.

Para entender mejor esta predisposición, repasemos rápidamente la teoría del cerebro Triuno, el cual posee tres partes: el cerebro reptil que se encarga de nuestros procesos primarios tales como comer, dormir y el sexo; el sistema límbico, que incluye nuestras emociones, la conexión con los demás, la memoria y los hábitos; y la corteza prefrontal, que es responsable del pensamiento avanzado, la razón y la sapiencia.

La corteza prefrontal necesita más energía para funcionar, mientras que el sistema límbico es energéticamente más eficiente. Esto significa que se necesita más esfuerzo y energía para pensar y hacer algo nuevo que para reaccionar por instinto o hábito. Lo que más me fascina, es que esta gestión de la energía es automática, pero puede condicionar nuestra personalidad y resultados (si no hacemos nada al respecto, claro).

Gran parte de lo que hacemos a diario sucede sin pensar, como cepillarnos los dientes o conducir un coche. Estos comportamientos simples luego de ser aprendidos, por repetición se convierten en hábitos (los cuales se forman en los ganglios basales que se alojan en la estructura límbica). Este diseño permite a la corteza prefrontal utilizar toda su energía en procesar nueva información y tomar decisiones más complejas.

Por este motivo cuando estamos bajo mucha presión, o cansados, procesar nuevas ideas o asumir cambios nos cuesta más, ya que nuestra corteza prefrontal no tiene la energía suficiente y no puede mantenernos enfocados, razón por la que recaemos en conductas y hábitos ya conocidos.

Estado de alerta.

Nuestra resistencia al cambio puede estar condicionada por un estado de alerta que es una función primaria del cerebro. La supervivencia depende de nuestra capacidad para detectar “errores” en nuestro entorno y reaccionar rápidamente a ellos para evitar la amenaza (ya sea un mamut, o más recientemente una opa hostil).

Este mecanismo de detección de errores se encuentra en la corteza orbital justo encima de los ojos, y está estrechamente relacionada con la amígdala, la cual le “roba” energía a la corteza prefrontal para activar nuestro instinto más primario de la huida o lucha.

El problema es que, en nuestros días, todo cambiar muy rápidamente, y las amenazas (reales o incluso ficticias) en los negocios son parte de la rutina diaria. Cuando todo nos parece incierto o nos centramos en lo negativo, consumimos los recursos de energía de nuestra corteza prefrontal (oxígeno y glucosa) por lo que somos menos propensos a tomar buenas decisiones, adoptar nuevas ideas y ver el panorama desde otra perspectiva.

Cuando este comportamiento se prolonga en el tiempo, se transforma en un estrés permanente y no damos lugar la homeostasis retomando el equilibrio necesario para asumir el próximo desafío.

Sin embargo, cuando hemos conseguido algún éxito o recibimos felicitaciones por un buen desempeño, se activa el sistema de recompensa de nuestro cerebro que libera dopamina la cual lo llena de energía. Este proceso nos hace más propensos a querer repetir el comportamiento, aprovechar al máximo esas emociones positivas, además de estar más dispuestos a interactuar con personas, ideas y soluciones.

¿Cómo minimizar la resistencia al cambio?

Creo que lo primero es saber “vender” el cambio. Si enrolamos a nuestro equipo (y nos autoconvencemos también) en el nuevo desafío/cambio, aprovecharemos mejor nuestros sistemas de recompensa y desarrollaremos nuevos comportamientos asociados con las emociones positivas y el aprendizaje, ya que jugando con energías constructivas en vez de con miedos y amenazas.

Quienes nos involucramos al frente de un proyecto, debemos asumir el rol de agentes de cambio y reforzar el cambio positivo con el apoyo y la retroalimentación inmediata.

Ejercitando la fuerza de voluntad, la concentración y la acción consciente se pueden dirigir y minimizar la resistencia al cambio ya que nos permiten regular nuestras emociones, comportamientos y actitudes. Este proceso de cambio de forma intencionada en nuestros circuitos cerebrales se llama “neuroplasticidad autodirigida”.

La meditación, por ejemplo, puede cambiar la función y estructura del cerebro para apoyar el autocontrol frente a sucesos de estrés como un cambio brusco. Hace tiempo leí incluso, que los que meditan regularmente, tienen más materia gris en la corteza prefrontal y favorecen la neurogénesis.

Puede parecer trivial, pero el ejercicio físico y una buena alimentación nos dotan de más energía la cual, como hemos visto, es indispensable para todo proceso de asimilación y aprendizaje. Y además de los beneficios obvios para nuestro cuerpo, un buen estado de forma incrementa nuestra autoconfianza y seguridad, lo cual es muy beneficioso para afrontar cualquier proceso de cambio.

Aunque nuestro cerebro sea un gran gestor de energía y recursos y nos intente llevar por el camino más fácil, no seríamos humanos si no pudiéramos cambiar. De hecho, nuestro cerebro tiene dos misiones muy claras en la vida, una es la supervivencia y la otra es aprender, y las dos están interrelacionadas, porque el aprendizaje continuo nos prepara mejor para sobrevivir.

Por German Gorriz.

Fuente: https://manuelgross.blogspot.com/2016/08/como-afrontar-la-resistencia-al-cambio.html

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Por gentileza de:

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