lunes, 30 de mayo de 2022

La economía del “pandemioceno”: ¿qué pasará con nuestra relación con los virus?

 

Varios científicos defienden en el mundo la hipótesis de que este momento histórico es el comienzo de una etapa signada por las pandemias; las consecuencias económicas que se derivarían de esa situación son masivas.

Un mundo lleno de nuevas posibilidades y ventanas de oportunidad que se abren de par en par. Una cornucopia de combinaciones novedosas jamás vista, que se despliegan como una flor al ritmo de la canción “Qué mundo maravilloso”, de Louis Armstrong.

Nota aclaratoria: la descripción del primer párrafo no es para los seres humanos. La referencia es para los virus y sus nuevas oportunidades infinitas.

Eso es, al menos, lo que piensan los científicos que defienden la hipótesis del comienzo de la era del “pandemioceno” una etapa signada por las pandemias permanentes. Dos fenómenos motorizan este argumento: la cercanía del Covid y sus variantes, que le dieron al contexto epidémico “saliencia”: el sesgo que en economía del comportamiento se usa para remarcar cómo ciertas tendencias que están exageradas en nuestra consideración (en relación con su verdadero peso estadístico), porque ocurrieron hace poco y están muy frescas en la mente. La fuerte presencia en los medios de nuevos brotes del Covid (aunque ya no se diferencien en gravedad de una gripe común) y la aparición de casos de personas contagiadas de viruela del mono, colaboran a profundizar el sesgo de saliencia.

El otro motor es el cambio climático, que opera sobre el campo viral por varias vías: desde el desplazamiento de fauna (que promueve interacciones que antes no se habían dado), hasta la posibilidad de que el derretimiento de glaciares libere microorganismos prehistóricos y peligrosos para los humanos.

El primer camino es el que enfatizan los biólogos estadounidenses Colin Carlson y Greg Albery (de Georgetown), quienes en 2019 comenzaron a hacer correr una simulación masiva, con movimientos de 3100 especies de mamíferos que están migrando por los cambios de temperaturas y, por ende, interactuando por primera vez. Los resultados, publicados un mes atrás, muestran que, según Carlson, “la red planetaria de virus y vida salvaje se está reconfigurando en este instante”. Los efectos en cascada para nuevas enfermedades que esperaban encontrar los biólogos iban a darse en la segunda mitad del siglo, pero los resultados indicaron que van a ocurrir mucho antes.

Las consecuencias económicas que se derivan de esta hipótesis, de confirmarse, son masivas. Afectan desde los costos en salud hasta los impactos en la industria turística (se trata de una variable central para que una aerolínea decida invertir en un avión, o una cadena hotelera en un nuevo edificio), hasta el futuro de la modalidad de trabajo (se definirá si las compañías sostendrán un mayor grado de hibridez “por las dudas”).

El “pandemioceno” también es uno de los escenarios favoritos de los futurólogos. En una reciente discusión sobre “el mundo en 2050″, el neurocientífico, futurista y escritor de ciencia ficción Eric Hoel arriesgó que, en términos de avances médicos, el último siglo fue único, y que a futuro habrá una suerte de “regresión a la media” y nos pareceremos más a otros períodos históricos como el Renacimiento, cuando las madres europeas les mandaban cartas a sus hijos viajeros y les recomendaban qué ciudades evitar por la propagación de plagas.

Empate permanente

Al infectólogo argentino Fernando Polack le viene bien lo de “renacentista” por la variedad de conocimientos que cultiva (además de ser una autoridad global en su campo médico es concertista de piano y juega muy bien al fútbol, “un 9 pisador”, según lo describe un excompañero del secundario), pero no está muy de acuerdo con la comparación de Hoel. “Yo tengo una visión distinta. En mi experiencia de trabajar con estos temas desde los 90, cada tanto estas hipótesis tremendistas surgen cíclicamente. Me acuerdo de un médico con el que trabajé que me decía que los mercados orientales están llenos de animales desde hace cientos de años, y que todos los días hay millones de personas que viajan y no nos morimos todos los días. Hay una visión distópica más ligada a la ciencia ficción, a un sector que piensa en un mundo más ‘Mad Max’ de lo que realmente es”, cuenta Polack.

El infectólogo fue el responsable, entre otras investigaciones, de los primeros estudios globales que llevaron a la vacuna de Pfizer. En una reciente entrevista con el economista Eduardo Levy Yeyati relató que la Argentina no tuvo esa vacuna de entrada “por una serie de errores” y malas lecturas de la realidad.

Para Polack, es cierto que el cambio climático desplaza a algunas especies que provocan ciertas enfermedades (el caso del dengue es un buen ejemplo), “pero saca a animales de zonas donde antes estaban también; no es unilateral el cambio. La mezcla entre virus es enormemente compleja. Tiene mucha prensa y está de moda esta especulación, hablar y asustar suena moderno”. Y agrega: “Esta idea de que vivimos en pandemia permanente es totalmente falsa”.

Del lado del vaso medio lleno, puede decirse que hay también nuevas tecnologías y avances que permiten lidiar mejor con el eventual potencial destructivo de las combinaciones de los aproximadamente 4000 tipos de virus que residen en mamíferos. La inteligencia artificial permite identificar las variantes más dañinas de manera más fácil, y las vacunas llegan más rápido que antes y con estrategias nuevas, como la de ARN mensajero.

“Lo más importante es que estos avances sean lo más precoces posibles, y que lleguen rápido al pie de cama de un hospital para mejorar la prevención y el tratamiento de las enfermedades”, explica ahora la infectóloga Wanda Cornistein, jefa del área de prevención y control de infecciones del Hospital Universitario Austral. “También es fundamental tener plataformas homogéneas con las vacunas, para poder ganar flexibilidad; y, en última instancia, innovar en aspectos culturales y conductuales para generar hábitos a nivel masivo que permitan mitigar una de las mayores causas de muerte estimadas para el año 2050″.

Carlson y Albery titularon su estudio con la palabra “Iceberg” por motivos obvios: según ellos, con el Covid estamos ante la punta de un fenómeno que puede ser mucho más grande y costoso para el planeta. Y, como el Titanic, podemos chocar contra él. Pero la referencia viene a cuento también del cambio climático que está derritiendo estos grandes bloques de hielo. “El momento de trabajar en el cambio climático para impedir la propagación de virus ya pasó hace 15 años. Ahora estamos 1,2 grados por encima del promedio previo y no hay forma de pedalear para atrás”, sostuvieron en su informe.

En este ajedrez de las ciencias de la vida, dice Polak, el virus del Covid “ha hecho tablas –como pasó con todos los virus respiratorios– y nos ha dicho a los humanos: ‘Yo voy a vivir en tu nariz y vos vas a defender tu pulmón. Y así vamos a coexistir”. Si es así, la canción de Louis Armstrong mencionada en el primer párrafo podría valer tanto para humanos como para virus y ser la música de fondo de este empate permanente.

Sebastián Campanario
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