Chris Dixon, experto en temas de las nuevas economías, traza un paralelismo con la Venecia del siglo Xlll, donde se coordinaron "los recursos creativos de la mejor manera posible".
Axioma de acero: por cada problema que afecta a la humanidad, existe un artículo en Medium (o plataforma similar) que asegura que hay una solución para esa calamidad con Web3. La nueva ola de descentralización que muchos auguran en el terreno digital (de la cual bitcoin y el resto de las criptomonedas son solo una punta del iceberg) es propuesta para moderar el cambio climático, bajar la corrupción y la pobreza, mejorar la representación política y mucho más.
Entre las áreas en las cuales hay más entusiasmo está la economía de la creatividad (o de la atención o la pasión). La especialista Li Jin (antes en el fondo Andreessen, ahora con su propio VC) escribió recientemente un resumen del campo de oportunidades que se abre, en coautoría con Katie Parrot, titulado El Renacimiento Web3: una Edad de oro para el Contenido. Empieza con un vaticinio de Bill Gates de 1996, quien en un ensayo clásico del internet temprano sostuvo que para que la red alcanzara todo su potencial los creadores de contenidos debían recibir pagos acordes a sus trabajos. “Las perspectivas de largo plazo son buenas, pero habrá mucha desilusión en el corto plazo”, predijo el fundador de Microsoft.
Unos 25 años después, buena parte de esta “desilusión” tiene que ver con un modelo de negocios en el que las plataformas y muy pocos jugadores se quedan con la parte del león: el 90% de los pagos de derechos en Spotify van al 1,4% de los músicos, y lo mismo sucede en otras áreas creativas. “La clase creativa está entre los sectores más submonetizados de la Web2: captura muy poco del valor que genera”, dice Chris Dixon, otro experto en el tema.
“El estadounidense promedio pasa un tercio del día escuchando música por streaming. Sin embargo, menos de un 1% de los músicos pueden vivir de este canal”, agrega. En su momento, Marc Andreessen llamó el pecado original de internet a las dificultades y fricciones para el movimiento de dinero en la red, que terminó consolidando un modelo subóptimo basado en la publicidad, que benefició a las grandes plataformas.
¿Cuáles son las vías de disrupción de la Web3 sobre el modelo de negocios de la creatividad? Para Li Jin hay cuatro avenidas principales:
Nueva escasez. Los tokens no fungibles (NFT) le devuelven poder de fijación de precio a los creativos, vía membresías o ventas de activos digitales únicos con certificación en blockchain. Para Rex Woodbury, la “tokenización” es una medida mucho más precisa del trabajo creativo que los seguidores en Instagram, TikTok u otras redes. Esta “capitalización de mercado” de cada creativo le da profundidad al valor real de cada trabajo.
Atractivo de inversión. Pagar a un creativo por un contenido se vuelve una inversión (los tokens pueden subir de precio) y ya no se trata de puro altruismo.
Beneficios programables. Blockchain permite moderar el efecto de “economía de superestrellas” de la Web2, donde muy pocos se quedan con todo. El 90% del trabajo creativo es colaborativo, y la nueva dinámica permite programar el reparto de royalties a cuentas de Ethereum (un otras criptomonedas) separadas de manera mucho más sencilla.
Propiedad. La Web3 habilita a colectivos de creativos directamente ser los dueños de la plataforma donde desarrollan sus productos. Las “organizaciones autónomas descentralizadas” (DAO en inglés) u otras formas de organización colectiva permiten saltear a las plataformas dominantes que dictan las reglas de juego. Dixon dice que las primeras DAO salieron del campo de las finanzas descentralizadas (DeFi) y que ahora llega el turno de la economía creativa, con proyectos como “Amigos con Beneficios” (Friends With Benefits, FWB), un grupo de colaboradores que inició su relación en Discord y luego creció en el campo de la economía creativa descentralizada.
Una medida alternativa de lo rápido que se están produciendo los cambios es notar cómo las tendencias que se expanden encuentran detractores de peso casi de inmediato. El tradicional “ciclo de Gartner” que describe para cada tecnología o tendencia una etapa de crecimiento, burbuja, explosión, caída, valle de frustración y luego un período de crecimiento consolidado que se dio con el comercio electrónico, por caso, en fases bien diferenciadas, ahora se produce de inmediato, o hasta en simultáneo.
Cuando los medios aún no terminan de publicar notas explicativas sobre el boom de Web3 que muchos anticipan, ya salieron públicamente figurones como Elon Musk o el ex CEO de Twitter Jack Dorsey a relativizar estos augurios. ¿Los argumentos? Por un lado, falta de impacto real (por ahora). Por el otro, no “comerse la curva” de la democratización de la propiedad en un terreno donde los que hoy están ganando fortunas son los fondos de capital de riesgo (VC) y no lo creativos. De hecho, los números de concentración en el mundo cripto son actualmente similares a la Web2. Musk dijo públicamente que hoy la Web3 es más un concepto marketinero que una realidad. Y Dorsey aseguró que la movida terminará en manos de los VC, con especiales alusiones a la firma Andreessen-Horowitz, una de las que lidera la batucada pro-Web3 a nivel de relato.
Todo es mucho más incierto en la economía creativa de América Latina. Los reportes sobre “economía de la pasión” en la región en el último año giraron alrededor de un concepto central: mucho talento y poca monetización. En la Argentina, el emprendimiento estrella de la pandemia en este sector fue Cafecito, creado por el programador de 26 años Damián Catanzaro. Inspirado en proyectos de Estados Unidos y Europa como Patreon, Ko-fi o Buy Me a Coffe, Cafecito permite empatizar con creadores de contenidos a través de una donación simbólica del costo de uno o varios cafés. En diálogo con LA NACION dos meses atrás, Catanzaro sostuvo que ve todavía “muy verdes” las dinámicas de descentralización en el campo de los negocios creativos, y aún más para Latinoamérica.
Mientras tanto, los más entusiastas encuentran nuevas metáforas para consolidar la historia de una nueva economía de la creatividad en ciernes. Así como Li Jin habla del Renacimiento, Dixon traza un paralelismo con la Venecia del siglo Xlll. Lo que tuvo esa ciudad en ese momento, sostiene Dixon, “fue una clase de mercaderes elevada, con propiedades y con representación en el Gobierno, que permitió coordinar los recursos creativos de la mejor manera posible. Nuevas ideas, conceptos e invenciones pudieron ser combinados, organizados, escalados y reinventados en Venecia, con resultados explosivos”.
Las DAO serían, desde este punto de vista, una “nueva Venecia” que permite organizar los recursos de manera más eficiente y fomentar la innovación de abajo para arriba. Parte del axioma de una solución Web3 para cada problema o ineficiencia de la humanidad.
Sebastián Campanario
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