La crisis de la Covid-19, en la que todavía estamos sumergidos, ha dado lugar a otras variantes de crisis sociales y económicas. Entre ellas se encuentra la crisis de los microchips.
Para poder entender en que nos puede afectar esta crisis en nuestro día a día, tenemos que empezar por entender el origen de esta crisis y su alcance.
Aunque suene raro, las causas de esta crisis de los microchips se iniciaron hace tiempo y se han visto agravadas por la pandemia. Esto es debido a que el sistema de producción de los microchips no era del todo sostenible por varios motivos:
La producción está centralizada en Taiwan y Corea del Sur. En consecuencia, Asia es la que tiene el suministro de este producto. Si por cualquier motivo se produce un problema de transporte, el material no llegará a otros continentes.
Dificultad en el proceso de elaboración. Levantar una fábrica de semiconductores es un proceso muy complejo y extremadamente caro. La materia prima fundamental es el Silicio y en menor medida el Boro y Germanio. Además de la necesidad de toneladas de agua dulce al día para su fabricación. Por eso no es fácil montar una fábrica de semiconductores en cualquier sitio.
Cambio de tendencia por la pandemia
Partiendo de estas premisas, llega el 2020 y con la pandemia la producción se frena en seco, no así la demanda que siguió creciendo de manera exponencial.
Los habitantes de la tierra nos tuvimos que encerrar en nuestras casas y someter nuestras rutinas a una transformación digital: mediante el teletrabajo, entretenimiento con videojuegos, comunicaciones por video llamadas…
A su vez, las fábricas de microchips se cerraron un tiempo y cuando abrieron, priorizaron su fabricación y suministro a este tipo de elementos, fomentando la digitalización. La demanda de estos productos se dispararon mientras que las fábricas de producción de coches se pararon en seco.
¿Qué sectores son los más afectados por la crisis de los microchips?
Para saber cómo está sufriendo la industria la escasez de producción de microchips nos tenemos que dirigir a sectores como el de la automoción. Un automóvil puede tener hasta 5.000 microchips. Cuando se pusieron de nuevo en marcha estas fábricas, los suministradores de microchips habían desviado sus ventas al sector digital.
El problema añadido de este sector automovilísticos es que trabajan con el sistema Just In Time, es decir piden la cantidad exacta que van a montar por lo tanto no están preparados para una rotura de stocks en los suministros.
La caída de la producción en España está al torno del 25% de la producción normal. Esto da lugar a tomar medidas para paliar los costes como ERTES porque no hay materia prima para terminar de fabricar los automóviles. Además de provocar una incertidumbre global en la cadena de suministro por las decisiones tomadas de forma repentina y sin previsión.
En este momento, el sector juguetero debido a la proximidad de la campaña del Black Friday y de la Navidad, está sufriendo las consecuencias de esta crisis. Hoy en día nos hemos olvidado de los juguetes tradicionales y nos hemos empeñado en someterlos tambien a una adaptación digital. Ahora, sufriremos las consecuencias.
Problemas añadidos a la crisis de los microchips
A esta crisis de los microchips se le une la de los transportes y contenedores.
Los flujos logísticos marítimos intercontinentales también han caído. El comercio mundial se retrasa por la escasez de buques, el colapso de contenedores en los puertos americanos o los cierres de los puertos asiáticos por la variante Delta del Coronavirus.
Para el sector de la electrónica, si el incremento de los costes de transporte y de materias primas se mantienen en el tiempo, dará lugar a incrementos de precios.
¿Hemos aprendido algo?
Se dice que de todas las crisis hay que sacar un aprendizaje. Aunque el ser humano no es muy dado a aprender de sus errores.
Una moraleja que podríamos sacar es la descentralización de fábricas en Asia. De hecho ya se están haciendo inversiones para construir algunas en Europa. El ejemplo más cercando lo tenemos en Trujillo. La empresa estadounidense Diamond Foundry invertirá 670 millones en una planta que fabricará diamantes artificiales para uso industrial. Estos sustituyen a los semiconductores con una tecnología punta pionera en el mundo. La energía necesaria para su fabricación la obtendrá de una planta de autoconsumo solar fotovoltaico.
Otra moraleja que podríamos obtener es la de mantener la esencia de las cosas. Estamos obsesionados en mejorar todos los elementos, y eso no es malo. Pero no debemos de perder el sentido común. Me refiero a que una pelota, debería de seguir siendo una pelota. Y una bicicleta, seguramente que no necesite de tantos microchips para que un niño pueda disfrutar dándose paseos en el parque. Muchas veces la belleza está en la sencillez.
Fátima García
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