Cuando una empresa familiar decide armar su primer presupuesto integral, algo cambia. No solo porque empieza a ponerle números al futuro, sino porque se anima a ordenar lo que antes se manejaba con intuición, con costumbre o, muchas veces, con pura urgencia. Es un paso enorme. Pero también es un paso incómodo, especialmente cuando desde afuera —proveedores, bancos, socios, asesores— esperan resultados inmediatos, como si se tratara de una empresa con veinte años de planificación formal.
Y ahí aparece una tensión: la ansiedad externa choca con el proceso interno. Las miradas que juzgan lo que todavía está en construcción generan presión, dudas, miedo a equivocarse. Pero lo cierto es que el primer presupuesto no es un milagro. Es una herramienta en formación. Y como toda herramienta nueva, requiere aprendizaje, ensayo, error… y sobre todo, paciencia.
No se puede exigir madurez a quien recién empieza a caminar
Muchas veces, a una empresa que recién empieza a presupuestar, se le pide el mismo nivel de precisión, análisis y solidez que a una corporación con áreas financieras consolidadas. Pero esa exigencia no solo es injusta. Es contraproducente.
Porque si cada intento de ordenar números se encuentra con una crítica, una mirada descalificadora o una corrección exagerada, lo que se genera es parálisis. La familia empresaria empieza a pensar: “¿Para qué lo hacemos, si igual está mal?” o peor aún, “Mejor no lo mostramos hasta que esté perfecto”. Y así, el presupuesto deja de ser una herramienta de gestión para convertirse en un ejercicio aislado que nadie usa.
Pero no hay otra forma de aprender a presupuestar que presupuestando. Como no hay forma de aprender a andar en bicicleta sin subirse, caerse y volver a intentarlo.
¿Qué significa “presupuestar” por primera vez?
Muchos creen que hacer un presupuesto es simplemente proyectar ingresos y egresos. Pero cuando se hace en serio, el presupuesto obliga a mirar toda la empresa: ventas, costos, estructura, inversiones, flujos, prioridades. Obliga a pensar de forma integrada. Y en una empresa familiar que nunca lo hizo, eso implica conversaciones nuevas, acuerdos que no estaban, definiciones que antes se evitaban.
Presupuestar por primera vez es un acto de madurez organizacional. Significa dejar de mirar mes a mes, y empezar a proyectar. Significa tomar decisiones sobre base anticipada, aunque no haya toda la información perfecta. Significa asumir que no todo será exacto, pero que aún con márgenes de error, tener un rumbo vale más que seguir navegando a pura intuición.
El peligro de hacer del presupuesto una exigencia externa
Cuando el presupuesto se convierte en un pedido del banco, del contador, del inversor o del auditor, se corre el riesgo de hacerlo para cumplir, no para gestionar. Y en ese camino, se pierde su verdadero valor.
El presupuesto no debe ser una formalidad para mostrarle a otros. Debe ser una herramienta interna para tomar mejores decisiones. Si no sirve para eso, entonces es solo un archivo bonito, pero inerte.
Por eso es clave que el empresario familiar entienda que presupuestar no es “llenar planillas”. Es pensar la empresa. Es construir un lenguaje común entre las áreas. Es anticipar, no adivinar.
Y eso requiere tiempo. Requiere errores. Requiere revisión. Como todo proceso que vale la pena.
El primer presupuesto no se juzga, se acompaña
En muchas familias empresarias hay miembros que, con buena intención, exigen que el presupuesto sea exacto. O que todas las partidas estén perfectamente justificadas. O que los desvíos se castiguen como si fueran negligencias. Pero lo cierto es que el primer presupuesto está para aprender, no para castigar.
Se puede —y se debe— ajustar. Se puede analizar, corregir, discutir. Pero no desde la soberbia de quien ya sabe, sino desde la humildad de quien acompaña.
Juzgar un primer intento como si fuera el décimo es matar el proceso antes de que nazca. Y eso, en una empresa familiar, puede cerrar la puerta a la profesionalización.
¿Qué se puede esperar del primer presupuesto?
No se puede esperar exactitud. Pero sí compromiso. No se puede esperar control total. Pero sí un primer paso hacia la previsión. No se puede esperar que todos los números cierren como reloj. Pero sí que todos empiecen a entender que los números también cuentan historias. Historias que hablan de decisiones, de prioridades, de riesgos y de oportunidades.
Lo importante no es que el primer presupuesto “salga bien”. Lo importante es que se use. Que se revise. Que se compare con la realidad. Que sirva para preguntar, para entender, para alinear.
Y que el año siguiente, se haga de nuevo. Mejor.
La clave: transformar la herramienta en hábito
Lo difícil no es presupuestar una vez. Lo difícil es que se vuelva hábito. Que todos empiecen a pensar en términos de planificación. Que cada área entienda su rol en la cadena del resultado. Que el presupuesto deje de ser un ejercicio financiero, y se convierta en un proceso estratégico.
Y eso solo se logra si el empresario lo lidera. Si muestra que no se trata de cumplirle a nadie, sino de entender mejor su propia empresa. De anticiparse en lugar de reaccionar. De tomar decisiones informadas, no impulsivas.
Presupuestar no es una tarea del área administrativa. Es un acto de liderazgo.
Conclusión: paciencia para construir, exigencia para sostener
El primer presupuesto integral no puede medirse con la vara del resultado inmediato. Es como plantar una semilla: no da frutos al día siguiente, pero sin ella nunca vas a tener árbol.
Sí, puede haber ansiedad. Sí, desde afuera puede haber presión. Pero si el empresario entiende que esto no es un documento para mostrar, sino una herramienta para pensar, entonces va a cuidar el proceso, lo va a repetir, lo va a mejorar.
Porque presupuestar bien no es saber cuánto vas a ganar. Es empezar a decidir por dónde quieres que vaya tu empresa. Aunque al principio duela, cueste, o no cierre del todo.
Presupuestar por primera vez no es el final del camino. Es el verdadero comienzo de una gestión profesional.
Por Juan Carlos Valda
jcvalda@grandespymes.com.ar
______________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario