Entenderse con los compañeros, hacer mejor tu trabajo, relacionarse con los compañeros
Ningún rasgo del carácter es positivo en cualquier circunstancia
Puede que tengas un jefe que no te conoce lo suficiente. Que estés en una empresa que opta por los pelotas en lugar de por los más capaces para liderar cada nuevo proyecto o para cada promoción. Que nadie entienda tu valor y que, por ello, no se te ofrezcan las oportunidades que tú estás seguro de merecer.
Pero, espero que también reconozcas que, alguno de los motivos de tu falta de proyección profesional, pudiera estar dentro de ti.
Porque todos tenemos rasgos de carácter, de esos del “yo soy así” que, incluso siendo sobre el papel tremendamente positivos y valiosos, pudieran venir fatal, para nuestras ambiciones.
Nos guste reconocerlo o no, nuestra personalidad influye en nuestro desarrollo profesional y en los resultados que vamos obteniendo. Tanto o más que la calidad de nuestro trabajo o que nuestra red de contactos.
Tu personalidad determina tus decisiones estratégicas. Dónde te enfocas, cómo compites y te diferencias y en qué te capacidades te desarrollas o descartas hacerlo.
Te propongo hoy que revises esos rasgos de carácter y decidas si pones el “potenciómetro” para subir o bajar el nivel en ellos. Porque cambiar, puede que no se cambie, pero potenciarse o moderarse siempre es posible.
La seguridad en ti mismo
Tener y mostrar seguridad es algo que genera confianza en los demás y eso, de entrada, siempre es bueno para los proyectos y, por consiguiente, para la empresa.
Pero también es cierto que tenerlo demasiado claro puede hacerte obviar otras aproximaciones y tendencias a largo plazo, dejando sin espacio a la disrupción sobre tu plan que pudieran aportar otros participantes.
Por claro que lo tengas y por buena que parezca tu idea, siempre es bueno valorar si es mejor “contenerla” un poco para escuchar puntos de vista alternativos.
- Si eres de natural seguro de ti mismo, tal vez te pueda venir bien una rebaja de algunos puntos.
- Orquestando el debate y la disidencia al obligarte a pedir explícitamente puntos de vista a personas con diferentes perfiles, experiencia y estilos.
- Buscando a personas igual de confiadas en sí mismas que sabes que tendrán el coraje de desafiarte. Escuchando y teniendo en cuenta lo que te dicen.
- Observando y preguntando más. Dedicando tiempo a hablar con las partes interesadas para comprender más en profundidad sus intereses.
- Añadiendo más seguridad y experiencia, al hablar con “voces externas” que tengan la experiencia y el desapego para denunciarte suposiciones limitantes o falsas y desafiar movimientos imprudentes.
- La rapidez de pensamiento y la proactividad
En la mayoría de las empresas que conozco se tarda demasiado en arrancar, por lo que un perfil “starter” que señale los primeros pasos es algo muy valioso. Pero, lo que en general sucede es que. quien es más de pensar, suele cansarse cuando le toca ejecutar.
Puede que, como yo, seas de esos que no pueden resistirse a la excitación de un nuevo reto. Que la hoja en blanco te libere tanta adrenalina que comiences en seguida a trazar líneas, a solicitar recursos y a identificar tareas. Pero que, pasado el encanto de los comienzos, ya te aburras un poco y tiendas a perder fuelle.
Si en tu fuero interno sabes que tienes dificultades para mantener la energía pasada la novedad, alguna de estas ideas puede ayudarte:
- Asumir que pudieras no ser la persona más adecuada para seguir llevando la voz cantante. Rodeándote de gente pueda desarrollar y pilotar acciones estratégicas que de natural tú evitarías.
- Buscar rellanos que te ayuden a hacer pausas “de recarga”, falseando la ejecución y pidiendo a otros que ejecuten algunas partes, para ir probando antes de seguir.
- Estar especialmente atento a los riesgos, escuchando un poco más de cerca a esos que siempre ven problemas a todo, aunque te desesperen un poco.
El perfeccionismo
El sentido de la responsabilidad sobre el resultado no lleva de manera natural a querer tenerlo todo bajo control.
A orquestar las reuniones con precisión, a manejar la agenda con mano de hierro y a elegir con exigencia a nuestros colaboradores. A sentirnos obligados a supervisar mucho, a dar mucho feedback y a delegar lo justo y necesario. Correcto.
Pero, para que lo perfecto no acabe siendo enemigo de lo bueno, toca aprender a:
- Aumentar la transparencia, compartiendo más información y conocimientos para comprometer a más gente con la estrategia y la gestión del proyecto.
- Calcular mejor los riesgos, aprendiendo a identificar situaciones más o menos sensibles a la entrada de otros para ir buscando nuevas formas de compartir la responsabilidad y de empoderar a los demás.
- Ir probando con personas y situaciones de bajo riesgo, para ir abriendo este círculo a otros a medida que descubras cómo hacerlo mejora la calidad del proyecto.
Nadie es perfecto. Ni puede pretender serlo.
Todos tenemos nuestra personalidad, con nuestros valores y nuestras carencias.
Solo quería hoy reflexionar contigo sobre qué rasgos de una personalidad se consideran “buenos” para el desarrollo profesional y si lo son contra viento y marea y en cualquier circunstancia.
Porque yo misma he despreciado en más de una ocasión la importancia del contexto. La importancia de “modular” mis virtudes para asegurar que, en cada momento, tanto unos como otras reman a mi favor y que nunca, por positivas que parezcan a priori, acaban jugando en mi contra.
Y créeme que lo han hecho.
Ya tenemos que saltar muchas piedras para ir dando forma a nuestras aspiraciones profesionales, como para ponerlas nosotros mismos.
Asegúrate de que uno de esos obstáculos no eres tú.
Reconozco que, más de una vez, he sido yo mi peor enemigo.
Virginia Cabrera
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